sábado, 10 de enero de 2009

Cuando yo era peque (II)

Hey! ¿Cómo estáis? Yo, bueno, entre el frío que hace y la de trabajos que tengo que hacer para el colegio, no se puede decir que esté muy feliz, pero qué le vamos a hacer.

Ya se han acabado las Navidades y todo eso. Qué pena, la vuelta al trabajo/los estudios es lo peor, yo cuando volví el jueves a clase os juro que me deprimí un montón. ¿Qué os han traído los Reyes? A mi hermano una PSP, porque le gustan mucho los videojuegos y tal; pero a mí no me han regalado nada. ¡Me debo de haber portado muy mal!

Hoy os voy a seguir hablando un poco sobre mis experiencias familiares de cuando yo era pequeño. La otra vez os conté sobre sobre cómo me dí cuenta de que mi hermano tenía discapacidad intelectual, y hoy os diré cómo era nuestra vida diaria en familia cuando éramos chicos.

Mi impresión por aquel entonces era que mi hermano era el centro de atención de todo. Y no solo porque fuera más pequeño que yo. Él siempre estaba delante de mí, o al menos eso era lo que yo veía. Cuando venían mis tíos a casa, por ejemplo, se ponían a jugar con él y a mi en muchas ocasiones me dejaban a un lado. Ellos reían, jugaban y se lo pasaban bien, y si yo quería también entrar en el juego, me llamaban envidioso. Era como si dijeran: "tu hermano nos necesita más que tú, así que si quieres te puedes poner a jugar con los peluches y divertirte, pero deja que tu hermano se divierta con nosotros". ¡Y yo solo era un crío que quería jugar! Claro, a mí me entraban los celos en seguida y me enfadaba.

Y no solo eso. Mis padres le consentían mucho más a él que a mí. Por ejemplo, si él no quería colaborar en las tareas de casa, nadie le obligaba; ahora, si era yo el que no las quería hacer, ¡anda que tardaban mucho en tirarme de las orejas!... O si yo estaba en mi habitación tranquilo y mi hermano entraba, mi obligación era estar con él, quisiera o no.

Estar con mi hermano era una obligación más que yo tenía. Si no lo hacía, era un mal hermano. Recuerdo una vez, con 8 o 9 años, que me llevé a mis amigos a casa a jugar y a estar con ellos, y mi madre se empeñaba en que mi hermano también tenía que estar allí, con nosotros. Pasamos mis amigos y yo un par de horas juntos, jugando y riendo, y cuando se fueron, recuerdo que mi madre me echó la bronca, porque según ella, me gustaba más estar con mis amigos que con mi hermano. Yo me sentí mal, no por mí sino por mi hermano, pensaba que estaba siendo un monstruo con él.

Era una especie de favoritismo hacia mi hermano del que nadie se daba cuenta, salvo yo. Todos lo veían como algo normal, pero de lo que no se daban cuenta era de que yo también existía. Por supuesto, estaba bien que mi hermano se entretuviese y se divirtiese, pero claro, yo también era un niño pequeño y también lo necesitaba. Y divertirme no solo con él, sino también con mis compañeros y amistades. A fin de cuentas, era lo que todo el mundo hacía, ¿por qué yo no? Al final iba a resultar que yo tenía más discapacidad que mi hermano.

Aunque lo peor no era esa automarginación, sino la sensación de que mi hermano tenía que ser el centro de mi vida quisiera yo o no. Y yo quería que él fuese parte de mi vida, pero no que fuese mi todo, porque yo era (y sigo siendo) yo, y él era (y sigue siendo) él.


"Cuando yo era un niño", de Iguana Tango

No hay comentarios: