lunes, 18 de mayo de 2009

Mi hermano y su vida social

Hola chicos! ¿Qué tal estáis? ¿Cómo os han ido las ferias? A mí bien, bueno, tampoco he salido demasiado por ahí, no tenía demasiadas ganas; al fin y al cabo, no hay mucha diferencia entre lo que puedes hacer unas ferias y un fin de semana cualquiera. Lo que sí he estado haciendo estos días en un poco lo del Congreso de Familias que se celebrará en junio y al que voy invitado junto con mi hermano, ¡ya os contaré!

El que sí ha salido, y un montón además, ha sido mi hermano. Salía con su padre a bailar, a escuchar música y a montar en los coches de choque, y no veáis cómo se lo ha pasado de bien: a pesar de toda la fiesta que ha tenido (que ha sido mucha, os lo aseguro), el tío no tenía suficiente, y hoy lunes quería volver. La verdad es que Óliver es el alma de cualquier sitio a donde va.

Esto viene al caso porque hoy quiero dar mi opinión sobre su vida social.

Mi hermano no suele salir con sus amigos por ahí: casi siempre que va por ahí, va con su padre. Rara vez va con sus amigos por ahí, y cuando lo hace, es siempre bajo la supervisión de su padre. En las ferias, por ejemplo, se encontraba en las casetas con su amigo López y se ponía a bailar y a hablar con él, pero siempre bajo la supervisión de algún adulto. O cuando va al fútbol sala, también se encuentra con sus colegas y se pone con ellos. Pero nunca ha estado solo en la calle con sus amigos.

Bueno, yo reconozco que es una cosa bastante difícil, porque mi hermano tiene síndrome de Down y no es capaz de tomar algunas decisiones importantes. No sabe manejar bien el dinero, no sabe leer la hora y hay que tener en cuenta todas estas cosas, pero yo creo que no pasaría nada por probar a ver si es capaz de estar con sus amigos él solo.

Yo cuando tenía su edad, salía con mis amigos, iba a sus parcelas, comíamos en pizzerías y todo eso. Y creo que eso es una parte muy importante de la vida de un adolescente como mi hermano. A ver, todo en su justa medida, claro; no le vamos a permitir, por ejemplo, que esté todo un día con sus amigos en la calle, por cuestiones de seguridad y de lógica. Pero una cosa es esa y otra que no tenga vía libre para irse a tomar una hamburguesa con sus amigos si le apetece, cosa que además creo que le encantaría.

Los viernes, cuando mi hermano vuelve del colegio y me cuenta las excursiones que hace con sus colegas a El Corte Inglés o cuando se va a tomar una pizza, se le iluminan los ojos, al igual que a mí también se me iluminaban cuando empecé a ir con los míos. Sé que no son las mismas circunstancias las mías que las suyas, pero todos necesitamos tener vida social. Y pienso que, si no se puede de una manera, se tendrá que hacer de otra, pero mi hermano tiene que ir con sus amigos. Es que ese tipo de cosas son las que dan la vida.

Aunque sea con algún tutor, aunque sea algo muy controlado, aunque tengamos miedo de que algún capullo se meta con él, yo creo que él debe salir con sus amigos, y si no salir, verles como yo veo a los míos. Él no puede estar recluido en casa y aburrido solo por tener síndrome de Down.
Es ley de vida. Salir con su padre está bien, pero no sé, yo creo que no es malo que salga también con sus amigos, a los que quiere mucho.